Subida a la Foradada desde el Mas de Miralles

Subir a la Foradada es un clásico. Vale la pena. Nunca te decepcionará, porque cada vez que llegas las vistas sobre la Punta de la Banya son diferentes. Incluso se sube de noche para ver la salida de la luna llena. Hay rapitenses y rapitensas que podrían subir con los ojos cerrados de tantas veces como han ido.

Hoy casi una cincuentena de personas nos hemos plantado saliendo del término de Amposta, desde el Mas de Miralles. Hemos seguido el GR-92 por el valle Llòbrega y hemos ido a confluir con el término de la Ràpita, más o menos a medio camino.

Nada más dejar los coches la ascensión se ha presentado abrupta, pedregosa, larga. Se oían las quejas de la gente por el esfuerzo que había que hacer nada más empezar la caminata. Hasta el Pla de Gallos donde hacíamos reencuentro ha costado alrededor de una hora y media larga. Pero ha tenido sus compensaciones. Cuanto más subíamos, más podíamos disfrutar de las vistas de Amposta, el Montsianell y el Delta. El cielo estaba como con neblina pero le confería un aire especial, sobre todo en la parte de mar. Y es que el Delta es esto: un paraíso de colores y sensaciones. Y suerte que podíamos ir mirando sin perder la marcha, aunque, como siempre, unos más acelerados que otros. Al pasar por el valle Llòbrega la vista se perdía entre tanta vegetación. En la balsa de la Galla nos hemos rehecho un momento y hacia el término de la Ràpita sin dilación. Nos acercábamos al punto de intersección. Éste es un buen lugar para calibrar la frondosidad de este bosque de carrasca de la sierra del Montsià. Impresiona. Desde allí hemos girado hacia la fuente de Burgar. Unas carrascas voluminosos marcan la entrada. Era la hora del desayuno. El entorno invita a pararte, pero en esta época, no mucho; la fresca nos hace levantar, una vez terminado el bocadillo, y reanudar el camino hacia arriba. Hemos decidido subir junto al mar, por la izquierda de la fuente. Es más empinada, pero también más agradecida, porque puedes mirar al Delta sin interrupción hasta lo más alto. En la Foradada hemos encontrado gente, como casi siempre, pero no falta un rincón para sentarte frente al mar y dejarte llevar. La roca agujereada es mágica. Hay que ir para descubrir su poder. Un rato de relajación y antes de abandonar el lugar, las fotos.

El descenso hasta la masía de Mata-rodona se ha ido haciendo sin ningún problema. Había que vigilar, porque ya llevábamos unas horas de ruta. Muchos apuntábamos bien los bastones para asegurar el paso. Ir de Mata-rodona hasta la fuente de Burgar es un paseo por un bosque encantado. Si de lejos, lo contemplabas con todo su esplendor, ahora te adentrabas y te envolvía. Poco a poco, hemos vuelto a la fuente de Burgar, pero sin parada. Necesitamos rehacer el camino de la ida. Lo hemos ido haciendo con convicción. Nos ha sobrado un poco el calor, que pese a ser marzo, se ha impuesto hacia el mediodía sin compasión. Las últimas bajadas con piedras por doquier acababan de hacernos desear un final cercano. Como siempre hemos llegado a tiempo para terminar la jornada con un almuerzo de hermandad y con la ilusión de una próxima salida.

+ fotos: https://photos.app.goo.gl/Poey9PJiZv1Ee93n9